Subir al Tibidabo tiene un componente emocionante, y es que el pico más alto de la sierra de Collserola es un pulmón verde con la ciudad de Barcelona a sus pies. Una magnífica panorámica hipnótica difícil de dejar de contemplar desde las alturas. ¡Una montaña con equipamientos como el Observatorio Fabra o el parque de atracciones!
Y es justamente este último lugar el escenario escogido por la última salida del Programa de Socialización Inclusiva (PSI).
Si siempre es emocionante participar de las salidas del PSI, ésta lo es aún más porque damos la bienvenida a dos personas nuevas: Mireia y Pere, que han venido desde Mallorca en avión para compartir las experiencias y habilidades que se trabajan en estas salidas.
Nos ponemos en marcha y como siempre, trabajamos la autonomía, socialización y control de la ansiedad con actividades cotidianas como coger el transporte público, un lugar donde hay muchos estímulos visuales, sonoros y vestibulares.
En esta ocasión aparece un componente extra y es la novedad de un transporte que la mayoría no ha cogido nunca: el funicular. Este hecho hace aflorar los miedos hacia lo desconocido y hacia las novedades.
No hay mejor conversación que la que se inicia en una comida, por lo que lo primero que hacemos cuando llegamos al parque es sentarnos en alguna de las mesas de picnic habilitadas y empezar la ronda de presentaciones. Para romper el hielo se propone que cada uno explique su desayuno y alguna anécdota del fin de semana. Este hecho es especialmente crucial para que se inicie la interacción entre el grupo y generar confianza en las habilidades sociales, explicando hechos cotidianos. Hay quien lleva un bocadillo de jamón y hay quien lo acompaña de una manzana (que aunque no es la fruta preferida, las fresas no son fáciles de transportar).
En el parque del Tibidabo además de unas vistas despampanantes de Barcelona, se viene a subir a las atracciones. En nuestro caso es una decisión que debe hacerse conjuntamente, escogiendo entre todas y todos las atracciones a las que se subirán. Las elegidas son los clásicos y siempre divertidos autos de choque, el emocionante tren y las camas elásticas que nos permiten dar saltos inimaginables. Pero no todo es decidir y hacerlo al instante. De modo que trabajamos los tiempos de espera que supone hacer cola, estar con plena atención y cuando sea nuestro turno poder disfrutar con toda la seguridad. Todo un reto motivador superado con nota.
El hambre aprieta y llegamos a la hora del almuerzo. Nos sentamos alrededor de una mesa y llega el momento de decidir qué nos apetece. Alguien elige hamburguesa y otros nuggets pero en el que todo el mundo coincide es en una predilección sin apenas freno por las patatas fritas, con lo que se convierte en uno de los elementos que estarán en el centro para que todo el mundo pueda comer.
El hecho de compartir y tener que relacionarse por cuestiones prácticas como poder llegar a las servilletas, a las mismas patatas o al jarro de agua, genera espontaneidad y se pone a prueba lo que se va trabajando en las salidas y la resolución de conflictos.
Las horas pasan y nos plantamos a la hora de irnos. Ha sido un día enriquecedor, emocionante y lleno de estímulos. Volvemos a subir al funicular, esta vez con mucha más confianza, tranquilidad y seguridad.
El Programa de Socialitzación Inclusiva, recibe el apoyo de la Fundació el Somni dels Nens